Jacques Derrida (El-Biar, Argelia francesa 15 de julio de 1930 - París, 8 de octubre de 2004), ciudadano francés nacido en Argelia, es considerado uno de los más influyentes pensadores y filósofos contemporáneos[cita requerida]. Su trabajo ha sido conocido popularmente como pensamiento de la deconstrucción, aunque dicho término no ocupaba en su obra un
lugar excepcional. Lo revolucionario de su trabajo ha hecho que sea considerado
como el nuevo Immanuel Kant por el pensador Emmanuel
Lévinas y el nuevo Friedrich
Nietzsche, según Richard Rorty.1 Es, acaso, el pensador de finales del siglo XX que más polémicas ha levantado, por su iconoclasia y por su empeño
crítico. En cierta medida, logró realizar el sueño nietzscheano del
filósofo-artista.2
Nacido en los suburbios de Argel, en el seno de una familia judía sefardí, originaria de Toledo y de clase media asimilada. Sufrió la represión del gobierno de Vichy y fue expulsado en octubre de 1942 de su instituto argelino por motivos
racistas. Ese trauma, que recordaría toda su vida, le ayudaría a construir su
personalidad.3
Como compensación, de joven participó en numerosas competiciones
deportivas, y soñó con ser futbolista profesional. Pero ya en esa época
descubrió y leyó con pasión no sólo a los novelistas clásicos sino también a
filósofos y escritores como Albert Camus, Antonin Artaud, Paul Valéry, Rousseau, Nietzsche y André Gide.4
Pasó a Francia. Tras cuatro años de clases preparatorias literarias en
el liceo Luis el Grande de París, y con la nostalgia de su lugar natal, ingresó en la Escuela Normal
Superior francesa en 1952; allí descubrió a Kierkegaard, a Martin Heidegger y a Louis Althusser. Pronto se hizo gran amigo de su tutor Louis Althusser, un afecto que durará por vida a pesar de las
diferencias ideológicas y de la tragedia del segundo.5 Éste dirá que su alumno es un "gigante" de la filosofía
francesa.6 Otro de sus docentes fue Maurice
de Gandillac.
Después, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad
Harvard (posteriormente dio clases en
universidades de los Estados Unidos, principalmente Universidad Johns Hopkins, Universidad
Yale y Universidad de Nueva York). Se casó en junio de 1957 con Marguerite Aucouturier, traductora y
futura psicoanalista (tendrían dos hijos, Pierre, nacido en 1963, y Jean, en
1967). Meses después volvió a Argelia, en calidad de recluta para cumplir su
servicio militar. Solicitó ser destinado como maestro en una escuela para hijos
de soldados, en Koléa, cerca de Argel. Durante más de dos años fue soldado,
pero sin usar el uniforme militar, y enseñó francés e inglés a jóvenes
argelinos o franceses. En la antigua colonia trató al futuro sociólogo Pierre Bourdieu. Severo crítico de la política de Francia en
Argelia, soñó con una forma de independencia que permitiese la convivencia
entre argelinos y franceses.7
En 1959 enseñó por vez primera en el liceo de Le Mans. En 1964 logró el
premio Jean Cavaillès de Epistemología por su traducción de El origen de la geometría
de Edmund Husserl, con una enorme introducción. En 1965, a la sombra
de Althusser,8 obtuvo el cargo de director de estudios de la Escuela Normal Superior,
en el departamento de Filosofía. Tuvo el apoyo, toda la vida, del riguroso
historiador de la ciencia Georges
Canguilhem.9
Su participación, con un grupo de destacados intelectuales —Jean Hyppolite, Georges Poulet, Lucien Goldmann, Roland Barthes, Jean-Pierre
Vernant o Jacques Lacan—, en un encuentro sobre las ciencias humanas
francesas en Baltimore (Universidad Johns Hopkins), fue decisiva.10 Se iniciaron sus continuos viajes a los Estados Unidos, donde
consideraba tener mayor libertad y donde su pensamiento influyó notablemente de
por vida. En 1967 se publicaron sus tres primeros libros. Fue un admirador de
la obra de Maurice
Blanchot, a quien dedicó importantes
textos;11 y se asoció progresivamente con Jean-Luc Nancy, Philippe Lacoue-Labarthe y Sarah Kofman en diversos proyectos, por ejemplo editoriales. La
Editorial Galilée, de 1971, se convertirá años después no sólo en la
"voz" de la Deconstrucción, y su seguro lugar para su obra, sino en
una empresa selecta, que va acogiendo a grandes figuras de las letras
(Bonnefoy, Quignard, Cixous, etc.). Al mismo tiempo, en 1983, fundó el Colegio
Internacional de Filosofía. En 1984 le nombran director de estudios en la
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde trabajó el resto de su
vida. Pues al final le cortaron el acceso al Collège de France, pese a los
esfuerzos de Bourdieu o, por ejemplo, Bonnefoy. Murió el 8 de octubre de 2004
en París, víctima de un cáncer pancreático, sin dejar nunca de trabajar vertiginosamente.12
Inicialmente apoyó a los estudiantes durante las protestas del Mayo del 68, pero con reservas, si bien participó en
protestas. Manifestó su oposición a la guerra de Vietnam, con "Los fines del hombre" que leyó en
Estados Unidos. En 1979 tomó la iniciativa de reunir "los Estados
generales de la filosofía" en la Sorbona, para defender esta disciplina, y se implicó cada vez más en política,
dominio que había aparentemente descartado de su vida profesional pero que le
ocupó de por vida.13 En 1981 fundó la asociación Jan Hus para ayudar a los intelectuales checos disidentes. En 1981 fue
encarcelado en Praga tras un Seminario de filosofía clandestino y la
manipulación policial de su maleta (donde introdujeron droga), pero la protesta
de intelectuales y Mitterrand conseguirá liberarlo.14
Desde entonces estuvo más presente en la sociedad francesa (pese a las
reticencias universitarias) e incluso dejó que parte de su vida y de su imagen
misma, antes oculta, fuesen visibles (como en La tarjeta postal, de
1986) y diesen motivo incluso a su propia reflexión.15 En 1995 perteneció al comité de apoyo, con J. P. Vernant, al candidato
socialista Lionel Jospin.16 Fue un militante a partir de un trabajo riguroso, ajeno a las
coyunturas partidistas, como se percibe bien en sus tardíos Espectros de
Marx (1993) y Cosmopolitas de todos los países, ¡un esfuerzo más!
(1996).
Participó en las actividades culturales a favor de Nelson Mandela,17 al que admiró luego por su acción política distinta de la argelina, y
contra el gobierno del Apartheid de Sudáfrica desde 1983. Se reunió también con intelectuales palestinos durante su
visita a Jerusalén en 1988. Formó parte del colectivo "89 por la
igualdad" que hacía campaña por el derecho de los inmigrantes a votar en
elecciones locales. Protestó contra la pena de muerte en EE UU, dedicando los últimos años de su
seminario a la producción de argumentos no-utilitarios para su abolición, y
participó en la campaña para liberar al periodista negro estadounidense
condenado a muerte Mumia Abu-Jamal. Tras solidarizarse con las víctimas de los
ataques neoyorkinos del 11 de septiembre, puso en duda que fuese un "acontecimento
nuevo y mayor" y recordó acciones bélicas estadounidenses,18 y se opuso a la invasión a Irak en el 2003.
El pensamiento de Derrida:Deconstrucción
Lo más novedoso de su pensamiento es la denominada deconstrucción. La deconstrucción, es un tipo de pensamiento que
critica, analiza y revisa fuertemente las palabras y sus conceptos. El discurso
deconstructivista pone en evidencia la incapacidad de la filosofía de
establecer un piso estable, sin dejar de reivindicar su poder analítico. Cabe
mencionar que la mayoría de los estudios de Derrida exponían una fuerte dosis
de rebeldía y de crítica al sistema social imperante.
Como explicó el mismo Derrida en su "Carta a un amigo
japonés", la voz "déconstruction" intentaba traducir y
reapropiar para sus propios fines los términos heideggerianos Destruktion
y Abbau, que abordaban problemas de la estructura y la arquitectura de
la metafísica occidental; pero la palabra francesa, clásica, tiene variados
usos, más consistentes con sus intenciones: en su caso sería un gesto "a
favor" y "en contra" del estructuralismo, esto es entra en su problemática y en sus excesos.19 La deconstrucción se relaciona con trayectorias vastas de la tradición
filosófica occidental, aunque también está ligada a disciplinas académicas
diversas como la lingüística y la antropología (llamadas "ciencias humanas" en
Francia), con las que polemiza cuando percibe que no participan suficientemente
de las "exigencias filosóficas".20 El examen conceptual e histórico de los fundamentos filosóficos de la
antropología, así como su uso constante de nociones filosóficas
(conscientemente o no), fue un aspecto importante de su pensamiento. Entre sus
influencias más notables se encuentran Friedrich Hegel, Friedrich
Nietzsche, Edmund Husserl, Sigmund Freud y Martin Heidegger.
Derrida tuvo un impacto significativo en la filosofía continental
europea y en la teoría literaria, en particular mediante su vínculo con el
crítico amistoso y literario Paul de Man, que se traduciría en un libro suyo a la muerte de
éste.21 Sin embargo, no hay acuerdo sobre hasta qué punto existe consonancia
entre la teoría de Derrida y la deconstrucción que se ha desarrollado en la
crítica literaria. Derrida hizo una continua referencia a la filosofía
analítica en su trabajo, en particular a John Austin, con cierta distancia crítica.
Su trabajo es frecuentemente asociado con el postestructuralismo y el posmodernismo, pero su asociación con el segundo es incierta. Lyotard es un puente más cercano entre la deconstrucción y
el posmodernismo, al desarrollar sentidos filosóficos del posmodernismo, que
Derrida utilizó en largos diálogos que no admiten una relación clara entre el
trabajo de los dos. Figuras consideradas dentro del mismo campo de la
deconstrucción se han definido de tendencias modernistas más que posmodernos.
Derrida es un filósofo que suscita adhesiones inquebrantables y
detracciones no menos vigorosas. Pero es que, interesado a la vez por la
filosofía y la literatura, no renunció "ni a la una ni a la otra", y
de hecho pensó "mediante la misma escritura y no sólo en el seno de una
reflexión histórica o teórica",22 lo que complicaba el resultado de sus reflexiones. De hecho, como
subrayó antes de su muerte, a él le había interesado mucho "dejar huellas
en la historia de la lengua francesa".23
Sus primeros trabajos de tono internacional —De la gramatología, La
escritura y la diferencia y La voz y el fenómeno (los tres de
1967)—fueron vivamente criticados, pero también muy admirados, y para algunos
son sus mejores ensayos, por los cuales empezó a enseñar en Alemania y los EE
UU.24 Por sus referencias a John Austin y su teoría de los actos de lenguaje, Derrida fue
acusado, sobre todo por John Searle, de obstinarse en enunciar contra-verdades evidentes.25 En 1992, veinte filósofos firmaron contra él, reprochándole «su
inadecuación a los estándares de claridad y de rigor», pero no impidieron que
se le concediera el honoris causa por la Universidad de Cambridge (1992), tras una votación que logró 336 votos (frente a 204).26 En paralelo con la filosofía analítica, Derrida fue objeto de críticas
por parte de Chomsky. Pero encontró la mayor audiencia en los Estados
Unidos, que frecuentó asiduamente, sobre todo en los departamentos de ciencias
políticas, literatura y estudios culturales. Su legado de buena parte de sus
manuscritos en la Biblioteca de Irvine, pese a sus conflictos éticos finales,
es una muestra del afecto por su población.27
Marurizio Ferraris ha sintetizado así su figura como pensador: "la
oscilación entre idealismo (y trascendentalismo) por una parte, y realismo, por
la otra, constituye un rasgo característico de toda la filosofía husserliana,
de la cual Derrida se presenta, pues, como heredero altamente innovador; y ello
explica por qué, después de las resistencias iniciales, su filosofía fue
ocupando paulatinamente un espacio tan central en la filosofía
contemporánea".28
Tras su muerte, la publicación de su obra continúa. En 2008 ha empezado por el final la vasta publicación en Galilée de sus Seminarios,
que recorrerán los años en la Sorbona (1960-1964), en la Escuela Normal
Superior (1964-1984), y finalmente en la EHESS (1984-2003).
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