Foucault localizó la constitución de las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX. Son éstas las sociedades que emergen tras los largos procesos constituyentes que hicieron de la burguesía una clase hegemónica. Las disciplinas son las prácticas que entonces se generalizan, operando tanto en los centros de encierro progresivo (familia, escuela, cuartel) como en los centros de eventual encierro (cárcel y hospital). Todos ellos son dispositivos, técnicas o aplicaciones de saber orientados hacia el mundo de la fábrica. El objeto de las disciplinas son los hombres: se pretende producir fuerza corporal y almas dóciles o, sin más, trabajadores. Las disciplinas presentan una novedad en el modo de administración de la violencia frente al modo propio del Antiguo Régimen. Frente al suplicio, cuya violencia era desmedida y ejemplar, la disciplina es violencia dosificada y secreta. No pretende producir temor y esperanza masivos, mera sumisión, sino que se empeña en conformar un tipo humano, producir hombres útiles. Por eso las disciplinas son reinsertivas, no dan un cuerpo por perdido, y el castigo disciplinario es racional y microfísico, es decir, aplica la estricta dosis de violencia necesaria para que el individuo se ajuste al modelo requerido. La violencia disciplinaria es correctiva, «ortopédica». Ciertamente, las sociedades disciplinarias han desarrollado mecanismos de control y policía, sutiles estrategias de inspección, saberes de la mirada. La psicología, la sociología, la antropología son ciencias pertenecientes al saber-mirar disciplinario. El control, el señalamiento de lo anómalo no es pues privativo de las sociedades de control. Sin duda, una sociedad de control es una sociedad donde hay controles; pero lo que define a las sociedades de control es, una vez más, el modo de administración de la violencia. Se trata de una violencia distributiva, que en vez de modificar conductas y producir capacidades asigna lugares a cada tipo de conducta y capacidad, pone límites «por fuera», pero no intenta reformar almas ni cuerpos, se limita a asignar nichos, es «ecológica».Deleuze expresa este cambio contraponiendo la consigna a la contraseña. La orden, la voz de mando, la consigna vertebra las sociedades disciplinarias, pero la espina dorsal de las sociedades de control es la contraseña, la cifra, la clave de acceso. En las sociedades disciplinarias el hombre está encerrado; en las de control, hipotecado. A diferencia de la disciplina, el control no es reinsertivo sino que opera por exclusión, es excluyente, y el «castigo» que impone no permanece ligado a un cuerpo y a un lugar —las sociedades de control son en extremo tolerantes con las anomalías que no obstante señalan— sino que se agota en el no-lugar del tránsito. Ser apartado, pasar a otro espacio de «tolerancia» vigilada es la «pena» impuesta a los hombres que ponen en peligro el nicho en el que están: pasarán a otro nicho y poco más, pues en ninguno encontraran resistencias correctoras que intenten devolverlos a la «normalidad» de procedencia. En las sociedades de control no se cura ni se reforma a los hombres, se les distribuye, facilitando su dispersión y, en última instancia, su desaparición. Las sociedades de control operan sobre máquinas de tercer tipo, máquinas informáticas. Es una evolución tecnológica, una mutación del capitalismo bien conocida que puede resumirse así: en la situación actual, el capitalismo ya no se basa en la producción, que relega frecuentemente a la periferia del tercer mundo. Es un capitalismo de superproducción. Ya no compra materias primas y vende productos terminados: compra productos terminados o monta piezas. Frente a las fuerzas centrípetas que configuran el mundo humano en las sociedades disciplinarias, las fuerzas que lo dominan en las sociedades de control son centrífugas. Los hombres son perfectamente prescindibles en éstas. El arquetipo trabajador no es ya más un centro de atracción. Dicho de otra forma: el saber-mirar («ecológico») de las sociedades de control es consecuencia de un saber-poder cuyo objeto ya no es el hombre sino la máquina.
Deleuze Dixit: “Es
sencillo buscar correspondencias entre tipos de sociedad y tipos de máquinas,
no porque las máquinas sean determinantes, sino porque expresan las formaciones
sociales que las han originado y que las utilizan. Las antiguas sociedades de
soberanía operaban con máquinas simples, palancas, poleas, relojes; las
sociedades disciplinarias posteriores se equiparon con máquinas energéticas,
con el riesgo pasivo de la entropía y el riesgo activo del sabotaje; las
sociedades de control actúan mediante máquinas de un tercer tipo, máquinas
informáticas y ordenadores cuyo riesgo pasivo son las interferencias y cuyo riesgo
activo son la piratería y la inoculación de virus. No es solamente una
evolución tecnológica, es una profunda mutación del capitalismo”. (Deleuze,
Gilles. Post-scriptum sobre las sociedades del control).-
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