30 marzo 2011
13 lagos de James Benning
El Lago Michigan, el Gran Lago Salado, el Lago Hiamna, el Lago Okeechobee, el Lago Pontchartrain, el Lago Rojo, el Lago Champlain, el Mar Salton, el Lago Powell, el Lago Winnebego, el Lago Flathead, el Lago Goose y el Lago Moosehead. Trece planos estáticos de diez minutos cada uno con la línea de horizonte dividiendo la pantalla en dos partes exactas, mitad agua, mitad cielo. No hay relato, no hay presencia humana directa, tan sólo un barco aquí o un tren allá; el único protagonista de la película es el paisaje. La que nos hace James Benning en 13 Lakes es una propuesta esencialmente contemplativa, sí, pero no basta con tener los ojos abiertos: hay que mirar y escuchar para comprender.
James Benning combina una intensa voluntad de analizar el valor de la imagen y la narrativa fílmica, con elementos mucho más íntimos y personales relacionados con su propia experiencia biográfica (de ahí el retrato incansable de los escenarios que ha conocido a lo largo de su vida) y con su concepción estética, incluso poética, del paisaje y de su contemplación, entendida como un ejercicio intelectual y emotivo. En sus películas nos obliga a mirar y a escuchar, consciente de que cualquier escena puede ser apasionante si le dedicamos la suficiente atención. Pero mirar y escuchar no es un entretenimiento intrascendente y banal. Para Benning mirar y escuchar es un acto político, pues la forma en que percibimos el mundo refleja inevitablemente nuestros prejuicios como individuos.
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