23 marzo 2012

Thomas Frank : lo viejo vs lo nuevo

En los años sesenta el viento que soplaba en el subsuelo provocó un terremoto. La muerte de Kennedy en noviembre de 1963 y la llegada de los Beatles en enero de 1964 fueron la clausura y el inicio de las hostilidades entre lo viejo y lo nuevo. El conflicto nació antes en Madison Avenue que entre la población. A principios de los sesenta las agencias de publicidad evolucionaron. El férreo dominio de una tecnocracia cedió, y el apogeo de los creativos irrumpió para quedarse. La edad media de los dirigentes sufrió un vuelco histórico. Los jóvenes ocuparon las posiciones de poder y el atrevimiento, tan reprimido hasta entonces, estalló hasta límites inconmensurables. Muchos de estos profesionales anticiparon el espíritu de la contracultura y lo emplearon con descaro y réditos para generar su particular giro copernicano. Al ir por delante supieron leer bien el contexto y sacarle partido. Los elementos anquilosados desaparecieron y los anuncios se llenaron de fundamental ironía, ropas de colores chillones, chicas de California, actitudes rompedoras y una feroz autocrítica que lavaba la cara a los errores de los mayores, estableciendo un lenguaje que hacía guiños constantes a hippies y otros grupos al tiempo que, el paradigma es el caso Wolkswagen, ofrecían productos bajo consignas de longevidad y fiabilidad. Lo veloz y lo intemporal en armonía.

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