

James Benning combina una intensa voluntad de analizar el valor de la imagen y la narrativa fílmica, con elementos mucho más íntimos y personales relacionados con su propia experiencia biográfica (de ahí el retrato incansable de los escenarios que ha conocido a lo largo de su vida) y con su concepción estética, incluso poética, del paisaje y de su contemplación, entendida como un ejercicio intelectual y emotivo. En sus películas nos obliga a mirar y a escuchar, consciente de que cualquier escena puede ser apasionante si le dedicamos la suficiente atención. Pero mirar y escuchar no es un entretenimiento intrascendente y banal. Para Benning mirar y escuchar es un acto político, pues la forma en que percibimos el mundo refleja inevitablemente nuestros prejuicios como individuos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario